Hoy, 24 de octubre, se celebra el Día de la Biblioteca, un evento que surgió en 1997 de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil. Así, en un día tan señalado como este, en el que se pretende dar a conocer la existencia de un «servicio público de proximidad al ciudadano que contribuye de manera eficaz a facilitar el acceso al conocimiento a todos los ciudadanos», según el propio Ministerio de Cultura, quería sacar a colación dos asuntos: uno de ellos concierne a la ortografía de forma directa. El otro no. Empecemos por el final.
Durante cuatro años viví en Granada y no dudo en reconocer que la echo de menos cada día. Llegué a sentir el Zaidín como mi barrio y, por eso, me dolió en el alma saber que su biblioteca de toda la vida, la de la Plaza de las Palomas, ha sufrido un cerrojazo inadmisible por parte del Ayuntamiento de Granada que, de entrada, contraviene la ley vigente que regula el número de bibliotecas en relación con el de ciudadanos. De nada han servido las firmas recogidas, las protestas populares y las adhesiones a la causa de personalidades ilustres de la ciudad: la biblioteca, hoy, está cerrada.
A los más de 2000 usuarios mensuales de esta biblioteca, situada en un barrio humilde, ¿de qué les sirve que se conmemore la existencia de este servicio si ya no pueden disfrutarlo, salvo que se desplacen a más de un kilómetro? Sirva esto de ejemplo de la hipocresía de las instituciones, para empezar.
En segundo lugar, toca cambiar de ciudad y fijar la atención ahora en Huelva. Su recién estrenado delegado provincial de Cultura ha tenido a bien firmar un artículo en la sección «La tribuna» del diario Huelva Información. No obstante, parece que este señor carece de las aptitudes más básicas para el cargo que ostenta, a juzgar por las perlas que aparecen en dicho artículo.
En primer lugar, Ángel Romero olvida la necesaria preposición de en la frase «Estoy convencido que». Continúa, además, poniendo «Octubre» con mayúscula, contraviniendo así a la nueva Ortografía de la lengua española, que establece que los meses del año han de escribirse en minúscula.
Más abajo, un artículo parece haberse quedado por el camino en «así como compromiso». Pero sigamos, sigamos... ¡Hay mucho más!
Además de pasarse la conjunción copulativa que debe anteceder al último elemento de una enumeración por el forro, nos ha salido neologista el bueno de Ángel, pues tendrá lugar una «seria» de actos. Qué pena que reste el componente lúdico de los mismos de un plumazo.
Para continuar, el autor separa «por que» cuando debería haberlo escrito en una sola palabra, ya que se trata de una conjunción causal (quien desee obtener más información con respecto a este asunto puede consultar esta entrada).
Se atreve incluso a rebautizar a consagrados autores, como es el caso de Voltaire, o a Jorge Luis Borges, al que no solo le ha cambiado el primero de sus nombres sino que, además, ha optado por colocar una tilde sobre el segundo que no debería estar. A lo mejor le sucede como a Sofía Mazagatos con Vargas Llosa, que no ha leído nada de él pero le sigue. Y no se limita a esto, no: además, reescribe una cita del primero, cambiando las palabras a su antojo (un verbo por una preposición, en este caso).
No me detendré mucho más ni haré una corrección exhaustiva de todo el texto, pues más que corregirlo dan ganas de reescribirlo de arriba abajo (contiene redundancias extremas, erratas tipográficas o errores de puntuación, además de todo lo mencionado anteriormente), pero sí quiero concluir con una pregunta abierta para quien escribe: ¿Usted frecuenta las bibliotecas que tanto promociona? Porque, amigo mío, no se nota.