lunes, 20 de abril de 2009

El caso de "virulento", o cómo no combinar acepciones

Que el uso hace la norma es una verdad incuestionable; desgraciadamente, con frecuencia solemos olvidar que los aspectos normativos de la lengua son quienes gobiernan, "limpian, fijan y dan esplendor" al uso por encima de todo.

En este sentido, un caso curioso es el de "virulento". El empleo de este adjetivo se ha popularizado en combinación con el término "ataque" o alguno de sus sinónimos para designar el ímpetu con que se lleva a cabo una arremetida bélica. Así, se encuentran numerosos ejemplos en textos periodísticos, a la vez que se oyen con bastante frecuencia en distintos espacios de noticias, radiofónicos o televisivos.

Imagen extraída del diario El Mundo.

No obstante, si consultamos la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española, se puede inferir fácilmente que "virulento" no es sinónimo de "violento" y que, por lo que respecta a "ataque", el calificativo puede acompañar a este término cuando se trate de la manifestación de una enfermedad, como puede ser un "ataque de tos" (que me transporta irremediablemente a la divertidísima canción homónima del siempre grande Joaquín Sabina). Es más, en el diccionario en línea que se puede consultar en la web del diario El País, se contempla incluso el mencionado ejemplo.

Imagen extraída del diccionario en línea de diario El País.

De forma análoga, el calificativo de "virulento" acostumbra a combinarse con "estilo", "escrito" o "discurso", como se aprecia en la tercera acepción del término en el DRAE. También aquí puede ir con "ataque", siempre y cuando éste sea estrictamente verbal.

virulento, ta.

(Del lat. virulentus).

1. adj. Ponzoñoso, maligno, ocasionado por un virus, o que participa de la naturaleza de este.

2. adj. Que tiene pus.

3. adj. Dicho del estilo, de un escrito o de un discurso: Ardiente, sañudo, ponzoñoso o mordaz en sumo grado.


La Fundéu (Fundación del Español Urgente) es asimismo tajante:

violencia:
Los términos violencia y virulencia no son equivalentes, y por ello no deben utilizarse indistintamente. "Violencia" alude a la fuerza o la intensidad excesivas en fenómenos naturales o comportamientos de seres vivos" y "virulencia" se refiere a enfermedades malignas e intensas y hablando de estilos, discursos o escritos, aquellos que son «hirientes, sañudos, ponzoñosos o mordaces en sumo grado». Solo pueden usarse a veces como sinónimos en términos médicos. Por ejemplo: «La gripe aviar es especialmente violenta (o virulenta) en los países asiáticos.

En suma, parece claro que, una vez más, la búsqueda incansable de sinónimos para no repetir palabras en los textos periodísticos se convierte en fuente de errores. Es esta una equivocación que, además, se está implantando con fuerza. Si llevará a modificar algún día la acepción de "virulento", no lo sé; lo que sí sé es que, hoy por hoy, su uso no es adecuado y debe evitarse. Como deberían evitarse los ataques a los que se hace referencia.

Imagen extraída del diario ABC.

P. D.: A Nereeta, por la sugerencia.

viernes, 17 de abril de 2009

Semana de Pasi-ó-n


Muchos buscan en las vacaciones de Semana Santa un tiempo de relax, sol y playa (siempre que el tiempo acompañe); otros prefieren disfrutar de las procesiones y el recogimiento religioso. En mi caso, he tenido la suerte de poder hacer una pequeña escapada. Fue en el hotel en el que me alojé donde descubrí la imagen que acompaña a esta entrada.

Se trata de un delicioso menú, carente de carne, acorde con los preceptos religiosos que prohíben su consumo en determinadas fechas, algo que ya se ha convertido en tradición popular. Para cada plato (primero, segundo y postre) se ofrecen dos propuestas. Y entre ellas, la conjunción disyuntiva "o", con una señora tilde de las que hacen daño a la vista.

No termino de comprender qué llevó a quien redactó este menú a plantar una tilde en tal lugar (ni a tan arbitrario uso de las mayúsculas). ¿Énfasis, quizá? La cuestión es que desconoce absolutamente que la conjunción disyuntiva "o" sólo lleva tilde cuando se coloca entre dos cifras, y ni siquiera de manera obligatoria, aunque la Real Academia Española lo recomiende en el Diccionario panhispánico de dudas.


3. Por razones de claridad, ha sido hasta ahora tradición ortográfica escribir la o con tilde cuando iba colocada entre números, para distinguirla del cero: 3 ó 4, 10 ó 12. La escritura mecanográfica hace cada vez menos necesaria esta norma, pues la letra o y el cero son tipográficamente muy diferentes. No obstante, se recomienda seguir tildando la o en estos casos para evitar toda posible confusión. La o no debe tildarse si va entre un número y una palabra y, naturalmente, tampoco cuando va entre dos palabras: Había 2 ó más policías en la puerta (correcto: 2 o más); ¿Quieres té ó café? (correcto: té o café).


Definitivamente, un plato no tiene por qué saber mejor si luce bien, pero si no entra por los ojos, es raro que lo disfrutemos igual.

jueves, 16 de abril de 2009

Deflacción, o la flaccidez de la economía

Imagen extraída del diario Hoy.

No voy a entrar en el manido tema de la crisis, que no por real es menos tedioso; tampoco voy a lanzarme a soltar una diatriba sobre economía, tema del que desconozco hasta lo más básico. Con todo, al menos para mí, la ignorancia sobre algo es el mejor incentivo para querer aprender acerca de ello, y no tener la más remota idea de economía me lleva a querer informarme todo lo posible de cuál el estado real y actual de la cuestión.

Así, yo, lectora voraz de periódicos y consumidora compulsiva de telediarios, tuve el honor de asistir ayer a lo que vine en denominar la "Operación Bikini" de la economía mundial. O lo que es lo mismo: la deflacción.

Parece ser que ni las inyecciones de Botox, perdón, de capital de los Estados hacia los bancos son capaces de revitalizar a este gigante con los pies de barro que bautizamos como "Sistema". La flaccidez de la economía es patente y, de repente, todos nos volvemos comunistas y lloramos a Papá Gobierno cuando las vacas se quedan flacas. O fláccidas.

Esto, supongo, es lo que le debió de pasar por la cabeza a Lorenzo Milá cuando, en la edición vespertina de ayer del Telediario que presenta en la 1, dejó caer en varias ocasiones aquello de "deflacción". O bien al redactor de la agencia Europa Press cuya noticia publicó el periódico extremeño Hoy, encargada de narrar la postura del Gobierno autonómico. De lo contrario, no me explico el afán de añadir letras donde no las hay. Y ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras.


Imagen extraída del DRAE.

Fláccida o no nuestra maltrecha economía, deflación no lleva más que una "c".

NOTA: En el cuerpo de la noticia del diario Hoy, "deflación" estaba escrito de forma correcta. Lo de Lorenzo Milá clama un poco más al cielo.

NOTA 2: Va por Ana, mi economista favorita. Por ella supe que también Mariano Rajoy habla de deflacción.




Aún... así


Hace unos días comencé a ver en las paradas de autobús los carteles de la campaña de FEDER (Federación Española de Enfermedades Raras), que hace uso de rostros conocidos, exitosos pero cercanos, como son el de Juan Imedio y el de Fernando Torres, para llamar la atención sobre el hecho de que existen en España más de tres millones de personas aquejadas de enfermedades atípicas y de escasa incidencia, para las que en muchas ocasiones no existe un tratamiento o cura y que suelen ser causa de una elevada mortalidad entre sus afectados.

Así, la campaña insta a que todos nos unamos al Pacto de Todos por las Enfermedades Raras, para apoyar la investigación de cada una de ellas, por reducido que sea el número de casos, así como apremiar el compromiso político y apelar a la solidaridad de todos hacia estos enfermos.

Sin embargo, el hecho de que se trate de una campaña con un fin más que loable no es excusa para no contemplar todos los aspectos de la misma. El mensaje es claro, los personajes escogidos como imagen son todo un acierto y el objetivo, llamar la atención sobre la existencia de este tipo de enfermedades, está más que cumplido. Pero en esta vida, las cosas no son sólo cuestión de fondo, sino también de forma.

De la primera frase del cartel, "Somos más de tres millones y aún así", me gustaría destacar las dos últimas palabras, "aún así". Parece ser que el creativo responsable de la campaña desconoce algunas de las reglas ortográficas más elementales. La Ortografía de la Lengua Española (1999) es clara:

4.6.4. Otros casos de tilde diacrítica
[...]
b) aún / aun
La palabra aún llevará tilde cuando se utiliza con el significado de ‘todavía’:
Aún es joven.
No ha llegado aún.

En cambio, cuando equivale a hasta, también, incluso (o siquiera, con negación), se escribirá sin tilde:
Aun los sordos habrán de oírme.
Todos los socios, aun los más conservadores, votaron a favor.
Ni aun él lo sabía.

Cuando aun forma parte de la locución conjuntiva aun cuando, se escribe sin tilde:
Aun cuando lo pidiera, no le harían caso.

En el caso de "aun así", se hace evidente que el "aun" equivale a "incluso". Por tanto, ha de escribirse sin tilde.
 
En consecuencia, desde Azote ortográfico apoyamos la causa referida y animamos a todo el mundo a que se adhiera al Pacto de Todos por las Enfermedades Raras; con todo, un contenido tan encomiable no debería verse ensombrecido por un continente defectuoso.