viernes, 6 de mayo de 2011

Grandes patadas al DRAE (1): embergadura

Tenía esta entrada en retaguardia desde el 12 de abril, pero tuve la mala suerte de que, mientras estaba escribiéndola, surgió un problema bastante urgente que debía resolver, así que no me quedó más remedio que posponerla.

Andaba yo ese día leyendo la prensa en línea cuando abrí los ojos de par en par, incrédula y extrañada a la vez, al encontrarme con lo que me encontré en el periódico digital La Voz Libre.


Aunque en la noticia sobre el avión de Air France que colisionó con otro en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York (EE. UU.) aparecen distintos errores (como la frase inconclusa con distinta tipografía) y fallos de puntuación (comas ausentes para cerrar cláusulas de relativo, además de comillas simples donde irían las dobles o, preferiblemente, las francesas), lo que verdaderamente me dejó atónita fue ese término "embergadura" con eme y con be. Entendí mejor su presencia, no obstante, al constatar que la noticia procedía de la agencia Europa Press, conocida por mostrar un dominio de la redacción solo atribuible a un alumno de preescolar.

De todas maneras, también es responsabilidad del medio que hace uso de dicha noticia revisar su continente y contenido antes de publicarla. No sucedió así, como se puede observar, y La Voz Libre no fue la única publicación en línea en pasar por alto semejante barrabasada. 


El periódico especializado en economía elEconomista.es también prescindió de la revisión y la edición de la noticia para proceder a su publicacion sin más, igual que Terra Noticias.


A la vista de estos hechos, solo me queda preguntarme lo mismo de siempre: ¿tanto trabajo cuesta y tanto tiempo consume una revisión más o menos exhaustiva? Ahí lo dejo.

miércoles, 4 de mayo de 2011

La superpoblación según Ikea

Últimamente (y más con la campaña electoral a punto de dar comienzo pasado mañana mismo) no dejan de oírse por todas partes referencias a la sostenibilidad, el consumo responsable, la necesidad de una buena gestión de los recursos naturales y todas esas cuestiones ambientales con que nuestros políticos llenan sus bocas, muchas veces sin saber exactamente qué están diciendo, solo porque es un tema en auge que preocupa a un buen número de personas y en el que desean incidir con el fin de arañar un puñado de votos.

Es evidente que se trata de temas cuya importancia va mucho más allá de las palabras vacías y las promesas que nunca se cumplen. Uno de ellos, particularmente, es el de la superpoblación del planeta. Somos muchos (demasiados, diría yo), con necesidades que superan con creces la del mero sustento por culpa de la sociedad de consumo en que estamos inmersos, y parece que se nos olvida una cuestión crucial: los recursos del planeta son finitos, y la presión que sobre él se ejerce para sacarle hasta las figuradas higadillas ya es excesiva. Así, si continuamos creciendo a este ritmo, las consecuencias podrían ser imprevisibles.

Aparte de la clase política, existen numerosas compañías que también han hecho de la sostenibilidad su leitmotiv (¿o debería decir "sonsonete recurrente"?): una de ellas es la sueca IKEA, aunque algunas de sus prácticas no son tan sostenibles como deberían (de todas maneras, en este aspecto, Train podría dar muchos más datos de los que yo puedo proporcionar). 

Esta compañía edita trimestralmente una revista denominada IKEA Family Live, que muestra los hogares de algunos socios del programa de fidelidad IKEA Family y, aparte del previsible autobombo que preside sus contenidos, da ideas sobre organización, decoración y demás (todas con productos IKEA, por descontado).

No hay que ser un lince para darse cuenta de que gran parte de esos artículos son traducciones. Sin embargo, la interpretación libre del término inglés billion por parte del encargado de traducir la noticia sobre La Hora del Planeta, la acción contra el cambio climático auspiciada por WWF, lleva la superpoblación a otro nivel.


Si echo la vista atrás y pienso en aquellas clases de inglés del instituto en las que tuve la inmensa suerte de aprender muchísimo (doy las gracias mentalmente todos los días a Agustina Martín Caño e Inmaculada Gañán Cabezas), recuerdo que, entre las primeras cosas que me enseñaron, estaban los denominados false friends o false cognates. Como para olvidar que actually no es actualmente o que carpet es alfombra, y no carpeta. Uno de esos false friends, precisamente, es billion.

Billion no es un billón, sino mil millones (lo que también se conoce como un millardo). Anteriormente, en inglés británico, billion sí se entendía como billón, pero la influencia del inglés americano se ha extendido al Reino Unido y ahora también allí se da por hecho que un billion son mil millones. ¿Cómo se dice billón, pues? Trillion.

El encargado de traducir (no diré traductor, pues este término me parece demasiado respetable como para aplicarlo a según qué interfectos) la noticia de IKEA parece haber olvidado que, a finales del 2010, éramos casi siete mil millones de personas sobre el planeta. En consecuencia, un billón es algo absolutamente inconcebible. 

Siempre digo que nadie nace sabiendo, yo la primera. Cuando traduzco cualquier cosa, sé de antemano que me queda mucho por aprender, que la perfección absoluta no existe en esta profesión y que, si quiero evitar meter la pata, la revisión exhaustiva es algo imprescindible. Con todo, no siempre es suficiente; en vista de lo que ha sucedido con esta noticia de IKEA, me temo que la revisión debe siempre ir respaldada por una buena labor de documentación previa, un poco de cultura general y, sobre todo, por sentido común (del que Horace Greeley dijo acertadamente que era "el menos común de los sentidos").